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El Covid también afecta al lenguaje

Hace unos días escuché en Internet una expresión, que pienso que define muy bien cómo nos sentimos muchas personas. La expresión es en inglés y su traducción al castellano suena diferente por lo que voy a usarla tal cual: "pandemic fine". Con esta expresión se define, como decía, la forma en que muchas personas se están sintiendo a lo largo de los últimos meses.

Este último año ha cambiado mucho nuestras vidas, hay quienes han perdido a seres queridos, hay quienes han padecido la COVID con síntomas complicados o que incluso tienen secuelas, algunos han perdido sus trabajos o han visto reducidos sus sueldos a niveles que les ha supuesto un problema económico grave, etc. Estas personas obviamente han experimentado un impacto emocional importante ya que no estábamos preparados psicológicamente para todo lo ha supuesto (y sigue suponiendo) la pandemia. Sin embargo, hay otra parte de la población que no ha tenido que vivir la parte más dura de esta situación; no han perdido a nadie, ni ellos ni sus seres queridos han sufrido la enfermedad (o si lo han hecho ha sido con síntomas leves), han podido seguir trabajando o al menos su situación económica les permite seguir con sus vidas sin hacer grandes cambios, etc. Viendo cómo ha evolucionado la pandemia y los casos graves y fallecimientos que ha habido parece que esta otra parte de la población "debería" estar agradecida y "no deberían" quejarse.

Quizá estas personas no hayan tenido que vivir la parte más cruel y difícil de toda esta situación pero también han perdido cosas y esto también tiene un impacto emocional. Creo que es importante que valoremos y validemos el sufrimiento que han padecido y padecen también estas personas. Hay muchas de estas personas que piensan que no pueden estar mal porque hay gente que esta viviendo situaciones muy difíciles. Sin embargo, el hecho de que otro sienta dolor por su situación no hace que cuando uno mismo está viviendo una situación que le genera dolor (aunque la valore como menos importante o grave), no tenga derecho a estar mal, expresar sus emociones y recibir ayuda o apoyo emocional de su entorno o de un profesional si es necesario.

Impacto psicológico del Covid

Cada uno de nosotros tenemos una historia personal y unas vivencias que influyen en cómo nos sentimos en diferentes situaciones y por ello una misma situación no va a generar el mismo impacto emocional en unas personas que en otras; y cualquiera que sea la reacción emocional que tengamos está bien y tenemos que permitirnos sentir. Como psicóloga de emergencias he aprendido mucho sobre las situaciones de crisis (sean puntuales o mantenidas en el tiempo) y lo primero de lo que tenemos que ser conscientes es que todas estas experiencias emocionales son válidas ya que son reacciones normales ante una situación que no es normal. Por eso es bueno que podamos expresarnos y sentir y que podamos compartirlo con otras personas sin sentir culpa ni vergüenza y sin sentirnos menos válidos por ello.

Hay muchas personas que bien por su forma de ser, por sus creencias personal o por su profesión consideran que "tienen" que ser capaces de manejar esta situación y sentirse bien, que "deben" saber afrontarla. Sin embargo, como decía, por mucha experiencia que tengamos, aunque seamos emocionalmente fuertes o aunque nos hayamos formado para ayudar y apoyar a los demás, seguimos siendo personas. Como personas la situación que estamos viviendo nos afecta y provoca ciertas reacciones emocionales. Algunas de estas emociones serán agradables, otras no y además su intensidad será diferente por lo que algunas podremos gestionarlas bien y otras no tanto. En cualquier caso, tenemos derecho a sentirnos mal y recurrir a otros para manejarlo o para compartir cómo nos sentimos de forma libre.

Es importante que nos demos permiso para estar mal, trabajemos en ello y pidamos ayuda si es necesario. Y tú, ¿tienes problemas para gestionar el impacto psicológico de la pandemia?

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Día Mundial de la Salud Mental 2020

Mañana es el Día Mundial de la Salud Mental, y este año el punto clave es mantener nuestra salud a nivel psicológico con los retos a los que nos estamos enfrentando este año debidos a la pandemia del COVID19.

Nuestra vida ha cambiado mucho a lo largo de este año; entre estos cambios encontramos los confinamientos que se han ido estableciendo en los diferentes países o por zonas dentro de un mismo país, las medidas de distanciamiento social y el uso de mascarillas, y después cuando volvimos a recuperar alguna actividades que se habían paralizado muchas personas se reincorporaron de  forma parcial o teletrabajando.

Toda esta situación tiene sus complicaciones, además del cambio que supone en nuestra vida, ya que nos aleja de nuestros seres queridos por la limitación de movimientos y a nivel afectivo nos crea un vacío por la necesidad, en la medida de lo posible, de limitar el contacto físico para evitar la propagación de los contagios. Además aquellas personas con hijos tienen el problema añadido de los horarios establecidos para cumplir con el protocolo y cómo organizarse si su hijo no ha dado positivo pero sí lo han confinado por precaución.

Lo ideal para evitar situaciones que aumenten nuestro malestar emocional y psicológico es que nos informemos en medios fiables, sin obsesionarnos con mantenernos al día (no es necesario estar mirando varias veces al día cómo están las cosas, con una vez al día o cada dos días sería suficiente), establecer rutinas que nos ayuden a estructurarnos un poco y centrarnos en el presente, mantener o iniciar hábitos saludables como comer bien, dormir suficiente, realizar algo de deporte y también dedicarnos tiempo a nosotros mismos (haciendo actividades que nos gusten) y a los demás (en la medida de lo posible y usando las nuevas tecnologías en los casos necesarios).

Además, para celebrarlo podéis asistir al gran evento online que ha organizado la Organización Mundial de la Salud, os dejamos el link de la web de la OMS para que podáis leerlo allí: Día Mundial de la Salud Mental 2020 (OMS).

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Cómo nos afectan el tiempo y las estaciones

Los cambios de estación pueden afectar a nuestro estado de  ánimo, tanto cuando hace excesivo calor como cuando tenemos días mucho frío o lluvia. Las olas de calor que hemos tenido este verano y el cambio ahora hacia el frío y las lluvias pueden afectarnos; por ello hoy quiero hablaros de ello. Con este post retomamos un tema que ya comentamos en post anteriores sobre la vuelta a la rutina y el síndrome postvacacional.

Para empezar es importante recordar que no a todos nos afecta de la misma manera ni con la misma intensidad estas temperaturas y los cambios en el tiempo y en las estaciones, pero probablemente de una u otra manera habéis notado algunos cambios cuando nos encontramos en estas circunstancias. Os voy a ir contando a lo largo de este post las posibles situaciones que nos pueden ocurrir tanto con el tiempo como con el cambio de estación.

Ahora mismo estamos dejando atrás el verano, los días de calor, sol y luz durante muchas horas para pasar a días con temperaturas más bajas, lluvia y menos horas de luz. La temperatura nos puede llevar a evitar algunas actividades en el exterior (tanto por exceso de calor como por frío) ya que debido a ella nos sentimos mejor en nuestras casas. Por otro lado, y dado que en verano muchas personas tienen reducción de jornada o se van de vacaciones, el sol nos invita a estar más activos en todos los aspectos de nuestra vida. Sin embargo, cuando vemos un tiempo inestable con nubes o probabilidad de lluvias tenemos una mayor tendencia a posponer o cancelar planes. Además, las horas de luz también pueden influirnos ya que nuestro cuerpo tiene unos ritmos biológicos (los ritmos circadianos) que hacen que mental y físicamente reaccionemos a la luz; cuando hay luz del día tenemos el mensaje "hay que estar despierto" y cuando oscurece el mensaje cambia a "hay que dormir". Esto sería una simplificación bastante general del funcionamiento, pero nos lleva a ver que el estar cansados a horas que quizá en verano no lo estuviéramos tiene un componente biológico.

Como os decía, además de todo lo relativo al clima de cada estación, creamos asociaciones mentales para ellas. Si pensamos en "verano" lo que suele venirnos a la cabeza son las vacaciones, buen tiempo, actividades al aire libre o más tiempo para nosotros; si por otro lado pensamos en "invierno" esta relación se establece con el frío, estar en casa, más horas de trabajo, lluvia, etc. Y como todas las imágenes mentales nos evocan diferentes pensamientos y emociones, que pueden ser agradables o desagradables, que es lo que al final acabamos relacionando con la estación del año.

Por eso, hoy queremos invitaros a todos los que estéis con el ánimo más bajo debido a este cambio de estación a buscar actividades y momentos agradables: ir a tomar un chocolate con churros con los amigos, pasear por la ciudad viendo los cambios que se producen, ir a los puestos de castañas, etc. Esperamos que de esta forma podáis cambiar poco a poco vuestra forma de percibir las estaciones y no las asociéis tanto a buenas y malas.

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La experiencia nos hace más fuertes

Hoy queremos hablaros de una técnica japonesa para arreglar la cerámica y que queremos trasladar al ámbito de la psicología de la salud mental. Esta técnica que os queremos comentar se llama Kintsugi o Kintsukuroi, y es una técnica japonesa basada en el arte de arreglar las fisuras o fracturas de la cerámica con oro. Lo que se busca con esta técnica no es una restauración perfecta donde parezca que nunca se ha roto sino todo lo contrario; quieren ensalzar la belleza de esas cicatrices.

La historia del kintsugi se remonta a finales del siglo XV cuando el shōgun, Ashikaga Yoshimasa envió a China, para ser reparados, dos de sus tazones de té favoritos. Los tazones volvieron reparados pero con unas feas grapas de metal, que los volvían toscos y desagradables a la vista. El resultado no fue de su agrado, así que buscó artesanos japoneses que hicieran una mejor reparación, dando así con una nueva forma de reparar cerámicas, convertida en arte.

La reparación llevada a cabo con esta técnica supone una modificación física de la pieza de cerámica, ya que las juntas se rellenan en exceso con una pasta de resina y polvo de oro, plata o platino que actúa como sellante de las diferentes secciones. Como ya os hemos adelantado, aunque sea una técnica artística, tiene un trasfondo que va más allá y que responde a una filosofía y a una manera particular de entender el arte y el paso del tiempo en éste. Cada rotura y fisura forma parte de la historia de ese objeto, de la que sentirse orgulloso y de la que no hay que ocultarse; por ello se usan materiales tan apreciados como el oro.

En el mundo occidental, muchas veces algo que se ha roto deja de servir y se desecha; pero esta filosofía nos invita a transformarlo convirtiendo esa fractura en algo bello que mostrar.

Toda esta filosofía la podemos trasladar a nuestra vida, convirtiendo cada cicatriz en algo que nos motiva a seguir adelante y que nos hace más fuertes. por ejemplo, en medicina vemos también que se cumple esta idea; si padecemos una enfermedad y la superamos, nuestro cuerpo desarrolla los anticuerpos que nos ayudan a luchar contra esa enfermedad en caso de que nos volviésemos a contagiar.

En el plano que nos corresponde como psicólogas sabemos que padecer cualquier tipo de trastorno mental o situaciones que afecten a nuestra salud mental no es fácil. Al igual que en esta técnica japonesa trabajar con nuestros problemas psicológicos supone un esfuerzo, lleva su tiempo y además todavía sigue habiendo una tendencia a ocultar este tipo de problemas. Creemos que es importante normalizar este tipo de problemas, ya que no se ocultaría tanto y probablemente se buscarían los medios adecuados con mayor frecuencia y en el momento adecuado.

Desde nuestra experiencia creemos que superar cualquier problema relacionado con la psicología en cualquiera de sus ámbitos concretos (emocional, de relaciones e incluso el trabajo de crecimiento personal), nos ayuda a sentirnos mejor, más seguros y nos proporciona herramientas y recursos para afrontar otras situaciones problemáticas que puedan surgir en el futuro.

Por todo esto os animamos a imitar esta filosofía y a ver vuestras cicatrices (de todo tipo) como algo que forma parte de vuestra historia personal, que os impulsa a seguir adelante, que os hace más fuertes y que simboliza un reto que habéis superado.

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Día Internacional del Voluntario 2019

Hoy día 5 de Diciembre es el Día Internacional de los Voluntarios, que fue decretado por Naciones Unidas en 1985. Con este día se quiere dar visibilidad e importancia al trabajo que hacen los voluntarios y voluntarias en los diferentes ámbitos.

Existen mucho tipos de voluntarios como pueden ser aquellos que ayudan en países menos favorecidos, pero también los hay dentro de nuestro país. Hoy queremos agradecer a todas las personas voluntarias su trabajo y su dedicación a ello sin esperar nada a cambio. Queremos destacar la labor de todos aquellos que dedican parte de su tiempo a los demás: médicos, bomberos, psicólogos, etc. Hay muchos y muy distintos profesionales que ponen sus conocimiento y su tiempo a disposición de los demás.

Por ello, este día creemos que es importante celebrarlo con ellos, agradecerles lo que hacen y también animar a otros para que puedan ser voluntarios. Para ser voluntario no es necesario tener mucho tiempo ni conocimiento ya que hay muchos lugares donde podemos ayudar de formas muy diferentes; lo único que hace falta es querer ayudar a los demás.

La psicóloga de nuestro centro, Sandra Monreal Romero, colabora en el Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) del Colegio de Psicología de Navarra. Ya os hemos hablado en un post anterior sobre el trabajo que realizan los psicólogos de emergencias, siempre en colaboración con otros intervinientes. Aprovechamos para informaros de que el próximo año el GIPEC volverá a realizar unas jornadas como las que ya realizó en años anteriores: En 2016 el tema de las Jornadas fue la Intervención con Refugiados y en 2018 el tema fue la Intervención con Intervinientes. A lo largo del año os iremos informando sobre el tema de este próximo año y cómo inscribirse, etc.

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¿Por qué acudir al psicólogo/a?

Durante muchos años se ha visto a la figura del psicólogo/a como alguien a quien acudían sólo aquellos que estaban "locos" o que tenían problemas graves como cualquiera de las enfermedades mentales o trastornos psicológicos que la mayoría conocéis. Sin embargo, poco a poco ese concepto ha ido cambiando. Aunque aún queda mucho camino por recorrer, pero hoy en día hay mucha gente que acude para mejorar algunos aspectos de su vida o solucionar problemas más cotidianos o que se consideran menos graves.

Por eso hoy quiero hablaros de esos temas en los que puede sernos de utilidad un psicólogo/a. En ocasiones podemos llegar a experimentar síntomas, que aunque no se puedan catalogar como trastorno, sí que afectan a nuestras vidas. Entre ellos los más comunes son los relacionados con la ansiedad y el estrés. El origen de estos síntomas puede ser muy variado, pero cuando se mantienen durante un período y nada de lo que hayamos intentado ha servido para mejorar la situación, puede ser un buen momento para acudir a un psicólogo/a que nos ayude a remediarlo.

Otros síntomas comunes son los relacionados con la depresión, como una tristeza profunda que se prolonga en el tiempo, un sentimiento de soledad, de apatía o desmotivación ante cosas que antes nos resultaban gratificantes. Todo esto, si no trabajamos para solucionarlo, nos puede llevar realmente a padecer una depresión. Puede resultar complicado salir de este tipo de situaciones por uno mismo ya que nos faltan la fuerza y las ganas para hacer ese esfuerzo. Por eso es otra buena razón por la que acudir a un profesional de la psicología.

Sin embargo, no hace falta padecer ningún síntoma de este tipo para acudir a un psicólogo/a. Puede que nos encontremos relativamente bien con todos los ámbitos de nuestra vida, pero quizá nos gustaría poder sentirnos más cómodos en ambientes sociales. O quizá queramos mejorar nuestra relación de pareja, ya que de vez en cuando aparecen conflictos que no sabemos muy bien cómo solucionar. Quizá seamos un poco indecisos a la hora de tomar ciertas decisiones y nos gustaría mejorar este aspecto. O Puede que no estemos del todo satisfechos con algunos aspectos de nuestra personalidad y nos gustaría cambiarlos.

Como podéis ver, hay muchos aspectos diferentes en los que un psicólogo/a nos puede ayudar. Algunos pueden tener relación con situaciones que realmente nos generan un malestar en nuestra vida, pero otros están relacionados con ese término que se ha puesto de moda: el crecimiento personal.

En resumen, sea cual sea nuestro motivo podemos recurrir a un psicólogo si consideramos que puede beneficiarnos en la situación en la que nos encontramos. Aquel que en un momento dado no se ve capaz de salir de una situación que le genera malestar o simplemente quiere mejorar ciertos aspectos de vida, tiene una actitud muy valiente al acudir a un psicólogo ya que no es fácil reconocer nuestras limitaciones. Por ello, os animo a parar un momento un pensar si estáis satisfechos con vuestra vida actual; si la respuesta es no, es el momento de moverse para cambiarlo.

Si quieres más información sobre este tema o has decidido que es el momento de acudir a un psicólogo/a, puedes contactar con nosotros a través de nuestro formulario de contacto o del e-mail: info@psicologiasmr.es. Estaremos encantados de ofrecerte toda la información que precises sin ningún compromiso.

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Cómo conseguir una buena salud psicológica

Conseguir una buena salud psicológica es muy importante ya que nos permitirá poder desarrollar nuestra vida sin mayores dificultades y sin quedarnos bloqueados o estancados debido a problemas de ansiedad, inseguridad, emocionales, etc. Pero lo primero que tenemos que saber es en qué consiste la salud psicológica.

¿Qué es una buena salud psicológica?

La salud psicológica es encontrarnos bien a nivel mental, a gusto con nosotros mismos y con los demás, satisfechos con cómo estamos viviendo nuestra vida y con las decisiones que tomamos en nuestro día a día. Básicamente es un equilibrio y un bienestar en todos los ámbitos de nuestra vida. No es ser perfectos y no equivocarnos nunca, ya que los errores van a suceder, habrá ocasiones en las que nos equivoquemos y es algo normal. La cuestión es intentar darle la vuelta a aquellas situaciones que sean negativas o nos generen malestar, ahí está la clave para una buena salud psicológica.

Entonces, ¿qué tengo que hacer para lograrlo?

En primer lugar habría que hacer una evaluación de los aspectos de nuestra vida que nos hacen sentir mal, aquí podemos incluir todo tipo de cosas como pensamientos negativos que tengamos, problemas en nuestras relaciones con los demás, malestar en el trabajo o con nuestros estudios, etc. Se trata de buscar todas aquellas cosas de nuestra vida que son negativas o que nosotros las sentimos de ese modo. La mayoría de estas situaciones podremos vivirlas como algo malo o buscarle el lado positivo, se trata principalmente de nuestra manera de pensar.

Una vez que hayamos identificado todos los aspectos negativos que percibimos en nuestra vida será el momento de trabajar con ello. Tenemos que cuestionar todos estos aspectos uno a uno, empezando por analizar por qué eso en concreto es negativo para nosotros y a partir de ahí ver qué pensamos al respecto, evaluando los posibles sesgos del pensamiento que estén apareciendo y trabajando con ellos.

Chico paseando

Pero, ¿qué son los sesgos del pensamiento?

Los sesgos del pensamiento son distorsiones que creamos de forma inconsciente (y que están muy relacionadas con nuestras experiencias previas), al emitir una evaluación de una situación concreta. Dicho así, suena muy complejo pero creo que un ejemplo puede ayudar a aclararlo. Por ejemplo, hoy es nuestro primer día en un trabajo nuevo (en un puesto en el que no tenemos experiencia), como vendedor en una tienda. Al atender al primer cliente nos olvidamos de explicarle algunas características del producto en el que está interesado y al marcharse nos damos cuenta de que hay otro producto que podría haber sido más idóneo para esa persona.

Ante esta situación podemos verlo de dos maneras; la primera sería hacer una evaluación negativa generando pensamientos como "ya lo he hecho mal, como siempre". En este pensamiento se incluye un sesgo que sería la generalización, usar términos absolutos como "siempre" o "nunca". Este sesgo lo que genera es una sensación de impotencia y frustración, que está relacionada con el locus de control del que ya os hablé en un post anterior. Además hay otros muchos sesgos que pueden aparecer en nuestros pensamientos como la ilusión de control, que nos hace creer que podemos controlar o influir en algo aunque todas las evidencias nos indiquen lo contrario o el sesgo de atención a lo negativo, que nos hace centrarnos y dar más importancia a los acontecimientos negativos que a los positivos.

Entonces, ¿sólo modificando estos pensamientos conseguiré estar sano psicológicamente?

No. La salud psicológica incluye muchos aspectos y no todos tienen que ver con el funcionamiento de nuestro cerebro. Al igual que cuando queremos cuidar nuestra salud física, que implica evitar aquellas cosas que nos puedan hacer enfermar también hay que cuidar ciertos hábitos para estar sanos. Estos hábitos también influyen en nuestro bienestar psicológico; algunas de estas cosas hoy en día ya nos resultan evidentes por la cantidad de mensajes que encontramos en relación a ello.

Por ello, aparte de trabajar con nuestros pensamientos tendremos que establecer unos hábitos de alimentación y de sueño adecuados en cuanto a que sean saludables y constantes. El ejercicio también es algo que nos beneficia tanto a nivel físico como psicológico, y no tiene que ser necesariamente ir al gimnasio o hacer pesas sino que podemos hacer actividades como ir a caminar, andar en bici o practicar yoga. Lo importante es buscar una actividad que nos ayude a mantenernos activos y que nos guste, ya que de lo contrario acabaremos abandonándola.

Además de estos hábitos que son bastante obvios, es importante que dediquemos parte de nuestro tiempo a las relaciones sociales (fuera del ámbito laboral o de estudios) y a hacer actividades gratificantes con nuestros amigos y familiares. También habría que reservar un tiempo para nosotros mismos, puede ser mayor o menor, pero es necesario. En el tiempo que nos dediquemos a nosotros podemos hacer actividades que nos gusten como leer o hacer manualidades o simplemente podemos relajarnos con una ducha más larga o tomando un rato el sol (ahora que tenemos ya algunos días que nos permiten hacerlo).

También es importante la independencia emocional, partiendo del punto de aprender a reconocer, conocer y aceptar nuestras propias emociones. Ser independiente emocionalmente no significa distanciarnos de los demás, sino no depender de ellos (de lo que hagan, nos digan o cómo nos valoren) para ser felices. Este aspecto está muy relacionado con nuestra autoestima, por lo que es otro punto que sería bueno trabajar y reforzar.

Otro aspecto importante como ya he comentado antes es no buscar la perfección ser conscientes y aceptar que las cosas ni son perfectas ni podemos controlar todos los aspectos para que salga como queremos. A veces, independientemente de lo que hagamos, las cosas no van a salir como esperamos y tenemos que trabajar nuestra capacidad de tolerar y aceptar este hecho. Esto no significa que nos vayamos al otro extremo y no pongamos interés y esfuerzo en conseguir lo que queremos, sino en aceptar aquellos fracasos que puedan darse.

Por lo tanto, como podéis ver la salud psicológica implica muchos aspectos y requiere de un cierto esfuerzo por nuestra parte alcanzarla. Sin embargo, los beneficios que obtendremos a cambio nos van a recompensar con creces este esfuerzo. Así que os animo a que trabajéis un poco en ello e intentéis mejorar aquellos aspectos de vuestras vidas que no sean positivos.

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Nuestras elecciones y sus consecuencias

Decisiones. Continuamente estamos tomando decisiones, desde que suena el despertador por la mañana (¿me levanto? ¿me quedo 5 minutos más?) hasta que nos acostamos por la noche (¿a qué hora me voy a la cama? ¿veo un poco más la tele?) . Y todas y cada una de las decisiones que tomamos influyen en mayor o menor medida en nuestras vidas. Sin embargo, la mayor parte de ellas pasan desapercibidas ya que son decisiones cotidianas a las que no les damos demasiada importancia.

Por ejemplo, el caso del despertador que he comentado en principio es una decisión bastante sencilla y aparentemente sin importancia. Pero si la analizamos veremos que tiene implicaciones: si decido levantarme quizá me ponga de mal humor porque me gustaría quedarme un poco más en la cama pero iría muy justa de tiempo aunque levantándome me dará tiempo a hacer todo antes de salir; si decido quedarme 5 minutos más, seguramente tendré que vestirme y prepararme más rápido y quizá tenga que saltarme el desayuno pero habré disfrutado esos 5 minutos más.

Como podemos ver, en un ejemplo tan tonto como éste vemos que ambas decisiones tienen su parte buena y su parte mala; y en función de la importancia que tengan estas consecuencias elegiremos una opción u otra. Esto es así en todas las decisiones que hacemos aunque realmente no nos paramos a analizarlo en cada decisión que tomamos. Algunas decisiones las tomamos por un impulso momentáneo, otras las meditamos más. Esta diferencia tiene que ver con la importancia que percibamos tanto de la propia decisión que debemos tomar como de las consecuencias de la misma.

¿Y si no tomo una decisión?

Si no tomamos una decisión, realmente ya estamos tomando una: no elegir (o posponer la decisión). Hay casos en los que podremos decidir no decidir, y puede que otros decidan por nosotros; otras veces podemos no decidir algo pero a medio o largo plazo tenemos que tomar esa decisión. Con lo que al final en cualquiera de los casos no tomar una decisión tiene sus consecuencias: bien tener que aceptar lo que otros decidan o tomar una decisión definitiva más adelante. A veces, puede ser que pospongamos tanto una decisión que acabemos "no teniendo elección"; por ejemplo, si nos estamos planteando matricularnos en algún curso y lo posponemos demasiado por no querer decidir es posible que acabe pasandose el plaza de inscripción y no podamos realizar ese curso. Aparentemente en este caso no hemos podido elegir, pero en realidad hemos elegido no hacer ese curso, hemos pospuesto la decisión hasta que ya no podíamos matricularnos (aunque quizá haya sido una elección incosciente).

¿Es tan importante tomar decisiones?

Algunas decisiones serán importantes y otras no, depende de muchos factores. En primer lugar depende de la importancia que tenga para ti el tema sobre el que debes tomar una decisión. Si ese tema es importante para ti, seguramente pensarás más en qué decisión tomar buscando los pros y los contras. Por otro lado, también pueden influir las consecuencias que pueda tener para ti o para alguien que te importe el que tomes una u otra decisión. A veces, también puede ser que sea una decisión realmente difícil porque ambas opciones te parecen igual de buenas pero son incompatibles; en este caso sería bueno recurrir a las técnicas de toma de decisiones.

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¿Qué es la ansiedad y por qué la sufrimos?

Ya hemos hablado en ocasiones anteriores sobre la ansiedad y hoy queremos retomar un poco el tema. En los últimos post que hemos publicado sobre este tema nos centramos en la ansiedad que podemos sufrir dentro del ámbito laboral o a causa de nuestro trabajo. Sin embargo, podemos sufrir ansiedad que no esté vinculada a nuestro trabajo y es de lo que queremos hablar hoy.

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una reacción automática normal que nos prepara para una amenaza, aumentando nuestras facultades de percepción. Por lo tanto, no tiene por qué ser un problema. El problema aparece cuando esta reacción se da ante situaciones que no son realmente una amenaza, pero que por diferentes motivos nuestro cerebro sí las percibe como peligrosas. Es decir, por un lado tenemos la ansiedad que nos ayuda a la preservación de nuestra vida, que es necesaria y está relacionada con situaciones o aspectos que bien por herencia genética o aprendizaje percibimos como peligrosas (y que además lo son). Por otro lado, tenemos la ansiedad desadaptativa que es aquella cuyas reacciones nos entorpecen en nuestro día a día, en las relaciones con los demás, etc.

Dentro de la ansiedad desadaptativa hay diferentes tipos de problemas de ansiedad: ansiedad generalizada, de pánico, estrés postraumático, fobia social, fobias específicas y trastorno obsesivo-compulsivo. Cada una de ellas responde a un tipo de estímulo o situación estresora diferente aunque los síntomas suelen ser similares, pudiendo variar de una persona a otra.

¿Cuáles son los síntomas?

En primer lugar hay diferentes tipos de síntomas; a nivel de pensamientos hay un preocupación excesiva por algún tema concreto (economía familiar, salud, trabajo, etc.) sin que realmente haya signos de un problema al respecto. También suele haber una negatividad que genera unas expectativas irreales con resultados muy negativos e incluso catastróficos. Además, es muy difícil conseguir estar relajado, lo que puede derivar en problemas de insomnio cuyas consecuencias pueden ser la irritabilidad, fatiga o dolores de cabeza. Y finalmente, pueden aparecer también problemas para concentrarse o para recordar algunas cosas.

Por otro lado también hay síntomas a nivel físico como una sensación de nerviosismo y tensión constantes, un aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada (que pude generar hiperventilación y mareo), sudoración excesiva, temblores, sensación de debilidad o problemas gastrointestinales (además de una disminución o un aumento del apetito).

Habitualmente no se dan todos los síntomas a la vez, pero suele haber una combinación de los síntomas relacionados con los pensamientos y de los síntomas físicos. La aparición de estos síntomas genera un malestar e incomodidad que pueden afectar negativamente a diferentes áreas de nuestra vida. Las interferencias o dificultades que pueden aparecer son muy variadas en función del origen del problema, de los recursos personales y de las habilidades de afrontamiento de cada persona, y pueden darse en un único área de nuestra vida, en varios o en todos.

¿Por qué sufro ansiedad?

Las causas pueden ser muy variadas y no son excluyentes, es decir, que puede haber varios factores que influyan en que padezcamos ansiedad. En primer lugar tendríamos el origen genético, puede que exista cierta herencia genética que nos haga ser más nerviosos o más sensibles a los acontecimientos estresantes. Luego están las causas circunstanciales, que suele ser el origen más habitual, puede ser una mala racha económica, estar pasando por un mal momento con la pareja o en la familia, etc. En tercer lugar encontramos las experiencias vitales significativas, son aquellas situaciones que suponen un cambio como un embarazo o una situación traumática que hayamos vivido (como un accidente de tráfico). Por último, estarían las drogas; hay ciertos tipos de droga como el éxtasis o el LSD que generan ansiedad, del mismo modo que para algunas personas la cafeína o la teína les puede afectar en este sentido (en ambos casos se debe a las reacciones químicas que provocan estos componentes en el cerebro).

¿Qué puedo hacer para afrontarla?

En primer lugar habría que evitar en la medida de lo posible todo aquello que aumente nuestro nerviosismo (reducir el consumo de cafeína o si se consumen drogas dejarlas), además habría que hacer una revisión de nuestros hábitos de vida para intentar mejorar aquellos que no sean saludables (alimentación y horas de sueño estables, ejercicio periódico, etc.). Si conocemos el origen principal, podríamos intentar modificar esa situación o la manera en que nosotros la vemos para que no nos genere tanto estrés. Y por último, intentar modificar nuestra actitud buscando los aspectos positivos o la forma de darle la vuelta a la situación para que no nos afecte (o al menos el impacto no sea tan importante).

Si la situación de ansiedad se prolonga en el tiempo y vemos que no conseguimos mejorar, sería recomendable acudir a un psicólogo para poder trabajar el problema ya que de lo contrario, además de las dificultades que experimentamos cada día la ansiedad puede derivar en una depresión.

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Atención en psicología de emergencias

En psicología existen muchos ámbitos para trabajar, algunos son bastante conocidos por la mayoría de la gente como la psicología clínica o el trabajo en Recursos Humanos (que es un área de la psicología del trabajo). Sin embargo, hay otros que no son tan conocidos como es la atención psicológica en emergencias o psicología de emergencias.

Y esto es precisamente de lo que os quiero hablar hoy. Si habéis ido leyendo mi blog sabréis que trabajo como voluntaria dentro del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes (GIPEC) del Colegio de Psicología de Navarra. En este grupo en primer lugar nos formamos con cursos y jornadas por parte de profesionales que trabajan en diferentes áreas de este ámbito para tener los conocimientos y habilidades necesarias para intervenir en una situación de este tipo. Es una formación continua ya que hay múltiples problemáticas que se pueden dar y nuevas técnicas que aprender. A continuación, os explicaré brevemente en qué consiste el trabajo que realizamos una vez formadas/os y con quiénes intervenimos.

¿Qué hace un psicólogo de emergencias?

Por un lado el grupo hace una labor de formación: a otras entidades sobre la intervención psicológica en crisis (primeros auxilios básicos, formación específica con diferentes colectivos (cuerpos de seguridad, bomberos, etc.), formación específica sobre situaciones que pueden surgir en situaciones de crisis (abordaje del duelo por ejemplo), actividades preventivas para promover una adecuada gestión de las catástrofes.

También, para completar la formación que nosotras/os recibimos de personas externas, realizamos formaciones internas por parte de personas del grupo con experiencia en este tipo de situaciones y participamos en simulacros tanto internos como organizados por otros grupos.

Y por último, actuamos en las situaciones de emergencia en las que hay múltiples víctimas, atendiendo tanto a las víctimas directas como a los familiares y allegados de estas. Estas intervenciones dependiendo de cada caso podemos realizarlas en el lugar del accidente, en tanatorios, hospitales, colegio, etc.

¿Con quiénes interviene un psicólogo/a de emergencias?

Como ya he comentado la intervención se realiza con las víctimas directas y sus familiares y allegados. El objetivo en estas intervenciones es minimizar el impacto emocional de la situación, facilitar el adecuado afrontamiento de ésta y fortalecer las capacidades propias de cada uno. Es una primera intervención en la que principalmente tratamos de apoyar a las víctimas escuchando sus demandas y necesidades, escuchando lo que necesiten contarnos y reforzando tanto sus capacidades como los recursos (familia, amigos e incluso recursos psicológicos) para afrontar la situación vivida.

Además, también intervenimos con los propios intervinientes (policías, bomberos, sanitarios o psicólogos) que hayan estado atendiendo a las víctimas. Nuestra labor en este caso es, previamente a que suceda una situación de emergencias, es la formación de estos colectivos en cuanto a recursos de autoprotección y autocuidado e incrementar sus capacidades y habilidades para afrontar este tipo de situaciones. Durante y después de que haya habido una intervención volvemos a reforzar todo lo aprendido previamente y ayudamos a disminuir el nivel de estrés derivado de la intervención.