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La sencillez y la paz mental

La sociedad en la que vivimos en ocasiones nos crea falsas necesidades,  la idea de que necesitamos un producto o servicio que en realidad no necesitamos. Esta sensación que nos genera, nos hace adquirir estos servicios o productos que luego no usamos o después de un par de ocasiones quedan olvidados. Además, esto puede ser en cualquier sentido como suscripciones, compras de productos o ropa, inscribirnos en un gimnasio o curso, etc.

¿Qué consecuencias pueden tener estas falsas necesidades?

Estas falsas necesidades nos generan un deseo de adquirir aquello que creemos necesitar, lo que en muchas ocasiones nos lleva comprarlo. Si nos ocurre con cierta frecuencia además de acumular productos que no utilizamos o servicios que realmente no estamos aprovechando puede aparecer una sensación de que necesitamos algo más, y podemos llegar a desarrollar algo muy cercano a una adicción. Además,  si acumulamos productos o servicios que desaprovechamos podemos sentirnos mal por ello porque, al pasar el momento de euforia que nos ha llevado a comprar, nos damos cuenta de que hemos malgastado dinero.

En el post de hoy queremos hablaros de este tema; muchos hemos sido conscientes de que tenemos muchas cosas que ni usamos ni necesitamos debido a que en estos últimos meses hemos estado confinados y muchos no han podido trabajar por a la situación actual. Esta situación de pandemia nos ha obligado a pasar muchas horas en casa, y eso ha supuesto tener que buscar cómo ocupar ese tiempo con diferentes actividades (entre ellas limpiar la casa o comenzar con alguna actividad nueva). También estar todas esas horas en casa y dedicar más tiempo a la limpieza nos ha hecho ver que era necesario hacer "limpia", organizar y deshacernos de cosas que estaban en nuestras casas sin darles uso.

Durante estos meses, muchas personas han hecho limpiezas a fondo que de no ser por tener todo ese tiempo libre no se hubieran hecho. Al realizar esta tarea, muchos hemos sido conscientes de que tenemos muchas cosas que no usamos o que usamos en muy pocas ocasiones (y que además podemos sustituirlas por otras que sí usamos más). Esta limpieza y deshacernos de trastos, en general, nos provoca una sensación de "paz mental". No estoy hablando del minimalismo y de seguir pautas como las de Marie Kondo, ya que eso creo que depende mucho del tipo de vida y de la forma de ser de cada uno. Hablo de tener lo que necesitamos y no acumular por acumular.

Acumular, en este caso productos de cualquier tipo, hace que nos sea más difícil saber qué tenemos y a su vez hace que usemos menos cada cosa. Por ejemplo, si tenemos 10 pantalones, a lo mejor usamos habitualmente 3 o 4 y el resto ocasionalmente, y quizás alguno está tan al fondo de nuestro armario que todavía tiene las etiquetas puestas (o tenemos alguno que ya no nos queda bien porque nuestro cuerpo ha cambiado). Esto se puede aplicar a cualquier cosa que tengamos en casa: utensilios de cocina, ropa y calzado, herramientas, productos de cuidado personal e incluso decoración de la casa. A nivel psicológico, esta acumulación puede generarnos ansiedad o frustración por ver demasiadas cosas o no poder encontrar lo que necesitamos en un momento dado. Además, si nuestro entorno en casa esta sobrecargado de cosas nos puede hacer sentir mal. No digo que la casa deba estar perfectamente ordenada porque eso depende de cada uno y su propia personalidad, pero todos tenemos un límite personal y un equilibrio entre orden y caos y es en este límite personal donde tenemos que fijarnos. Si no nos sentimos bien en nuestra propia casa, nos resultará más difícil y duro realizar las tareas del día a día.

¿Qué podemos hacer para evitar o remediar esta situación?

En nuestras manos está el poder mejorar esta situación. Por un lado tendríamos lo que es la prevención y por otro el remedio. En el momento de adquirir un producto o servicio sería bueno que nos planteemos para qué vamos a usarlo, cuánto uso pensamos que le vamos a dar, si ya tenemos algo similar que pueda hacer esa misma función y si nos compensa el uso que hemos previsto con el precio al que lo compraríamos. Con estas preguntas seguramente descartaremos algunas (o muchas) de las compras que vayamos a hacer. Pero todavía podemos cribarlo un poco más. Si en principio las respuestas a estas preguntas nos llevan a la decisión de comprarlo lo mejor es esperar un poco antes de hacer la compra: si es una compra online deja guardado en el carrito el producto y si es en una tienda física hazle una foto en la que también se vea el precio y espera 48 horas antes de hacer la compra. Tras esas 48 horas vuelve a hacerte las preguntas y si todavía quieres comprarlo hazlo, si tu respuesta ha cambiado y ya no lo quieres elimina el producto de tu carrito o móvil.

Esto a veces es difícil de hacer porque se trata de una oferta especial con un plazo muy corto para poder adquirirlo a ese precio. En este caso, hazte las preguntas y si tu decisión al responderlas es comprarlo, valora si puedes esperar esas 48 horas o no (puede que sea una oferta de un único día o si es posible que el producto se agote). Si puedes esperar, espera; si no puedes esperar, haz la compra informándote antes de las condiciones de devolución. Una vez que tengas el producto, espera las 48 horas y vuelve a hacerte las preguntas y añade esta última: si lo fuera a comprar hoy, ¿lo haría? En función de esta valoración ya puedes decidir si te lo quedas o si lo devuelves. Esto sería lo que podemos hacer para prevenir las compras "en caliente".

Por otro lado si ya tenemos en casa cosas de más (y no nos sintamos a gusto con ello), lo que podemos hacer es reducirlo a lo necesario. Para ello lo ideal es ir por tipo o por habitación y dedicarle el tiempo suficiente. Podemos elegir en primer lugar una habitación que no tenga demasiadas cosas de más para que nos resulte más sencillo y luego ir pasando poco a poco a los sitios donde tengamos más (seguramente quienes tengan trastero ése sea el lugar en el que sobren más cosas). Para deshacernos de cosas podemos basarnos en varias reglas:

  • Tirar todo aquello que esté estropeado y no tenga arreglo o que no nos compense arreglarlo.
  • Donar o regalar a alguien que sí le vaya a dar uso todo aquello que esté sin estrenar o no lo hayamos usado en el último año.
  • Donar o regalar todo lo que ya no nos guste o no vayamos a usar más (aunque sí lo hayamos usado con anterioridad).
  • Donar o regalar aquello que sustituyamos por algo similar. Por ejemplo: si tenemos una batidora y compramos otra que nos aporte más funciones, lo ideal sería sacar la vieja y quedarnos sólo con la nueva. Es decir cuando entra uno, sale el otro.
  • Restaurar o arreglar lo que nos gustaría seguir utilizando pero por su estado actual no podemos (y nos merece la pena arreglar). Y después aplicar las reglas si seguimos sin usarlo.

En definitiva, todo aquello que no esté haciendo su función debería salir de nuestras casas. Una vez hayamos hecho esta tarea, lo recomendable es ordenar todo poniendo en los lugares más accesibles aquello que usemos a diario y progresivamente en lugares menos accesibles el resto de cosas en función de su uso. Las cosas que sean "de temporada" como ropa de invierno/verano, decoraciones de navidad/cumpleaños/etc o accesorios que usemos ocasionalmente los podemos guardar en armarios altos, debajo de las camas o en el trastero si tenemos uno. Esto también es aplicable a suscripciones como revistas, el gimnasio, etc.

Este tipo de limpieza y orden lo ideal es hacerlo cada cierto tiempo, por ejemplo si hacemos cambio de ropa de invierno/verano es un buen momento para revisar lo que no usemos antes de guardar la que retiremos o de colocar en nuestro armario la de la temporada. También cuando hagamos alguna renovación en el alguna habitación (sea pintarla, cambiar algunos muebles o redecorarla) podemos aprovechar para hacerlo. Si conseguimos no acumular cosas nos sentiremos mejor y además nuestra casa estará más limpia y ordenada. Así que os animamos a ello para encontrar esta paz mental de la os hablaba al principio.

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¿Qué es la ansiedad y por qué la sufrimos?

Ya hemos hablado en ocasiones anteriores sobre la ansiedad y hoy queremos retomar un poco el tema. En los últimos post que hemos publicado sobre este tema nos centramos en la ansiedad que podemos sufrir dentro del ámbito laboral o a causa de nuestro trabajo. Sin embargo, podemos sufrir ansiedad que no esté vinculada a nuestro trabajo y es de lo que queremos hablar hoy.

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una reacción automática normal que nos prepara para una amenaza, aumentando nuestras facultades de percepción. Por lo tanto, no tiene por qué ser un problema. El problema aparece cuando esta reacción se da ante situaciones que no son realmente una amenaza, pero que por diferentes motivos nuestro cerebro sí las percibe como peligrosas. Es decir, por un lado tenemos la ansiedad que nos ayuda a la preservación de nuestra vida, que es necesaria y está relacionada con situaciones o aspectos que bien por herencia genética o aprendizaje percibimos como peligrosas (y que además lo son). Por otro lado, tenemos la ansiedad desadaptativa que es aquella cuyas reacciones nos entorpecen en nuestro día a día, en las relaciones con los demás, etc.

Dentro de la ansiedad desadaptativa hay diferentes tipos de problemas de ansiedad: ansiedad generalizada, de pánico, estrés postraumático, fobia social, fobias específicas y trastorno obsesivo-compulsivo. Cada una de ellas responde a un tipo de estímulo o situación estresora diferente aunque los síntomas suelen ser similares, pudiendo variar de una persona a otra.

¿Cuáles son los síntomas?

En primer lugar hay diferentes tipos de síntomas; a nivel de pensamientos hay un preocupación excesiva por algún tema concreto (economía familiar, salud, trabajo, etc.) sin que realmente haya signos de un problema al respecto. También suele haber una negatividad que genera unas expectativas irreales con resultados muy negativos e incluso catastróficos. Además, es muy difícil conseguir estar relajado, lo que puede derivar en problemas de insomnio cuyas consecuencias pueden ser la irritabilidad, fatiga o dolores de cabeza. Y finalmente, pueden aparecer también problemas para concentrarse o para recordar algunas cosas.

Por otro lado también hay síntomas a nivel físico como una sensación de nerviosismo y tensión constantes, un aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada (que pude generar hiperventilación y mareo), sudoración excesiva, temblores, sensación de debilidad o problemas gastrointestinales (además de una disminución o un aumento del apetito).

Habitualmente no se dan todos los síntomas a la vez, pero suele haber una combinación de los síntomas relacionados con los pensamientos y de los síntomas físicos. La aparición de estos síntomas genera un malestar e incomodidad que pueden afectar negativamente a diferentes áreas de nuestra vida. Las interferencias o dificultades que pueden aparecer son muy variadas en función del origen del problema, de los recursos personales y de las habilidades de afrontamiento de cada persona, y pueden darse en un único área de nuestra vida, en varios o en todos.

¿Por qué sufro ansiedad?

Las causas pueden ser muy variadas y no son excluyentes, es decir, que puede haber varios factores que influyan en que padezcamos ansiedad. En primer lugar tendríamos el origen genético, puede que exista cierta herencia genética que nos haga ser más nerviosos o más sensibles a los acontecimientos estresantes. Luego están las causas circunstanciales, que suele ser el origen más habitual, puede ser una mala racha económica, estar pasando por un mal momento con la pareja o en la familia, etc. En tercer lugar encontramos las experiencias vitales significativas, son aquellas situaciones que suponen un cambio como un embarazo o una situación traumática que hayamos vivido (como un accidente de tráfico). Por último, estarían las drogas; hay ciertos tipos de droga como el éxtasis o el LSD que generan ansiedad, del mismo modo que para algunas personas la cafeína o la teína les puede afectar en este sentido (en ambos casos se debe a las reacciones químicas que provocan estos componentes en el cerebro).

¿Qué puedo hacer para afrontarla?

En primer lugar habría que evitar en la medida de lo posible todo aquello que aumente nuestro nerviosismo (reducir el consumo de cafeína o si se consumen drogas dejarlas), además habría que hacer una revisión de nuestros hábitos de vida para intentar mejorar aquellos que no sean saludables (alimentación y horas de sueño estables, ejercicio periódico, etc.). Si conocemos el origen principal, podríamos intentar modificar esa situación o la manera en que nosotros la vemos para que no nos genere tanto estrés. Y por último, intentar modificar nuestra actitud buscando los aspectos positivos o la forma de darle la vuelta a la situación para que no nos afecte (o al menos el impacto no sea tan importante).

Si la situación de ansiedad se prolonga en el tiempo y vemos que no conseguimos mejorar, sería recomendable acudir a un psicólogo para poder trabajar el problema ya que de lo contrario, además de las dificultades que experimentamos cada día la ansiedad puede derivar en una depresión.

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Cómo prevenir y afrontar el estrés laboral

En algunos de nuestros últimos post hemos hablado del estrés laboral, concretamente de Factores de estrés laboral y Síntomas de estrés laboral. Hoy queremos cerrar un poco este tema hablando de cómo prevenir y afrontar el estrés laboral.

Como ya hemos comentado anteriormente, hoy en día hay muchas personas que en su día a día sufren estrés en su trabajo. Hay múltiples causas que pueden provocarlo y una parte de ellas tiene su origen en la propia empresa. Muchas veces, las empresas no tienen en cuenta cómo se sienten sus empleados, y no se dan cuenta de que si el empleado está contento y satisfecho con su situación laboral en la empresa, los resultados de su trabajo también serán mejores.

Por ello, es importante que haya empresas saludables. Estas empresas tendrían que promover el apoyo entre compañeros y superiores, que facilitar la conciliación, hacer una buena distribución del trabajo y reconocer el trabajo de sus empleados. Podríamos dar unas pautas para que las empresas puedan ofrecer esto a sus trabajadores. Pero dado que necesitaríamos la colaboración de las empresas para ponerlo en marcha, nos vamos a centrar en las pautas que podemos seguir como trabajadores.

Como trabajador puedes seguir una serie de pautas que te ayudarán a gestionar los posibles estresores en el trabajo. En primer lugar es importante (si tu tipo de trabajo te lo permite) planificar tu tiempo, organizar las tareas en función de su urgencia e importancia y siempre siendo realista con la carga de trabajo que te propongas. Para esto puede serte útil hacer una lista de tareas de forma que puedas ver todo lo que tienes pendiente para ese día y así puedas organizarlo mejor, sin que se te vaya de las manos. Otro punto importante es saber decir no, es decir que no siempre vamos a poder hacer todo lo que nos gustaría y por ello hay cosas a las que a veces tendremos que renunciar o que quizá podamos delegar en otra persona. Por último, intenta ceñirte a los horarios y no te lleves trabajo a casa, sé realista con lo que puedes hacer.

Y, ¿fuera del trabajo puedo hacer algo para no sufrir estrés laboral?

Además de lo que puedes hacer en tu día a día en el trabajo para  evitar el estrés, también hay acciones que puedes realizar fuera de él para evitarlo o afrontarlo en caso de que ya lo padezcas.

En primer lugar, algo que todos sabemos pero que la mayoría no tenemos en cuenta: tener o crear hábitos saludables. Estamos hablando de comer lo suficiente (ni de más ni de menos), haciendo al menos 3 comidas al día y a ser posible en los mismos horarios, dormir un número de horas adecuadas y en un horario regular y evitar el consumo de alcohol, tabaco y cafeína.

En segundo lugar, es importante mantener unas buenas relaciones sociales con la familia y los amigos, ya que estos pueden brindarnos su apoyo, ayudarnos a desconectar e incluso pueden darnos su opinión o algún consejo ante los problemas que nos surjan en el trabajo. También es importante tener una buena relación con los compañeros de trabajo ya que estos pueden ayudarnos en momentos complicados del mismo.

Por último, deberíamos dedicar cada día un tiempo para nosotros mismos. Este tiempo puede ser para hacer alguna actividad que nos guste como deporte, leer o manualidades pero también puede ser un momento de desconexión como tomarnos el café o el té de la tarde mirando por la ventana sin estar pensando en las tareas (laborales o personales) que aún tenemos pendientes, también puede ser muy útil hacer actividades que nos ayuden a relajarnos como meditación, respiraciones profundas o ejercicios de relajación.

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Síntomas de estrés laboral

Continuando con el post 4 factores de estrés laboral que publicamos anteriormente en el blog, hoy os hablamos de los síntomas que pueden aparecer cuando padecemos estrés en el trabajo. A grandes rasgos, los síntomas pueden ser de tipo emocional/psicológico o de tipo físico, y habitualmente se da una mezcla de factores de ambos tipos.

En cuanto a los síntomas de tipo emocional podemos encontrar cambios de humor, mayor irritabilidad, ansiedad, miedo o temor, inseguridad, incapacidad o dificultad para concentrarnos o para desempeñar nuestro trabajo adecuadamente, incapacidad o dificultad para tomar decisiones (especialmente si éstas son importantes), estado de ánimo bajo o deprimido, problemas de memoria (como olvidos o dificultad para recordar).

Todos estos síntomas, además, pueden llevar a conductas más agresivas debido a la irritabilidad, aunque también a comportamientos más inhibidos cuando los síntomas están relacionados con el estado de ánimo bajo o la inseguridad. Algunos de estos síntomas pueden ser percibidos fácilmente por parte del entorno (los cambios de humor, la irritabilidad o la dificultad para concentrarse cuando eso provoca un peor rendimiento en general), sin embargo, otros son más difíciles de detectar (los problemas de memoria o la depresión, por ejemplo).

Por otro lado están los síntomas físicos, que suelen estar provocados por nuestros pensamientos o nuestras emociones ante la situación. Son bastante habituales los dolores de cabeza, malestar intestinal o estomacal, náuseas y mareos, sudoración excesiva, fatiga, alteración del sueño y/o de la alimentación, hiperventilación, taquicardia, tensión muscular y contracturas.

Además, si estos síntomas físicos se prolongan en el tiempo pueden llegar a generar que nuestras defensas bajen, teniendo como consecuencia que nos pongamos enfermos con gastroenteritis o simplemente que nos resfriemos más fácil o con síntomas más duraderos o más fuertes.

En cuanto al resto de ámbitos de nuestra vida, el estrés laboral y sus síntomas tienen unas consecuencias. En el entorno social pueden provocar que tengamos relaciones más conflictivas con familiares y amigos o que nos alejemos de ellos porque no tengamos ganas de hacer nada. En el entorno laboral pueden llevar a absentismo en el trabajo, a desmotivarnos en su desempeño o incluso a generar un rechazo muy fuerte que pueda provocarnos sentimientos de angustia cuando tenemos que ir a trabajar. En el plano personal suelen aumentar las conductas nocivas o negativas como un aumento del consumo de sustancias (cafeína, alcohol, drogas), aumento de conductas violentas con el peligro de sufrir lesiones físicas.

Como podéis ver, sufrir estrés en el trabajo puede tener síntomas muy diversos pero creo que es importante estar atento si padecemos varios de ellos a la vez y teniendo en cuenta también los factores de estrés laboral que os comenté en el otro post, ya que sufrir estrés laboral puede tener consecuencias importantes en nuestra vida.

Más adelante, os contaré algunas acciones que podemos realizar para prevenir el estrés laboral y también algunas soluciones que podemos aplicar en caso de que ya estemos padeciendo estrés en el trabajo. Mientras tanto, si queréis consultar alguna duda al respecto o padecéis estos síntomas y queréis superarlos, podéis contactar conmigo a través de la página de contacto o del correo info@psicologiasmr.es

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4 Factores de estrés laboral

El estrés laboral es un problema que últimamente está aumentando, cada vez estamos más estresados con nuestro trabajo. Y ese estrés afecta a otros aspectos de nuestra vida como las relaciones con la familia, los amigos y la pareja, a nuestro bienestar psicológico, etc. Pero, ¿cómo podemos saber si padecemos estrés laboral?

En estos momentos, el tema del trabajo sigue estando en un punto complicado, ya que la crisis económica ha provocado la destrucción de muchos puestos de trabajo y a generar otros que son precarios (pocas horas, poco sueldo, trabajo temporal). Por esto, ha habido una búsqueda de trabajo fuera del país por parte de algunas personas; las que se han quedado a trabajar y estaban desempleadas o perdieron su trabajo lo que se han encontrado han sido trabajos que no responden a lo que buscaban. Mucha gente está en un puesto de trabajo que no es áquel para el que han estudiado o en el que le gustaría estar, éste es uno de los factores que puede influir en nuestro estrés laboral: tener un puesto de trabajo que no nos gusta o que no nos satisface.

El hecho de que exista este factor puede generar estrés porque sentimos la necesidad de tener otro trabajo y aunque lo intentamos, no lo encontramos. Esto nos genera frustración, porque es igual si tienes formación de un tipo o de otro, o mucha experiencia trabajando, lo que importa es que cuando acudas a una entrevista de trabajo le gustes a la persona que está ahí y que piense que puedes desempeñar bien el trabajo. El problema de esto es que realmente no se tiene claro qué es lo que buscan por lo que esas entrevistas nos generan ansiedad también, y si somos rechazados añaden frustración.

Por otro lado, hay otro factor que a mí me parece muy importante en cuanto al estrés laboral se refiere, son las condiciones laborales. Quiero decir, ya tienes un trabajo que puede gustarte más o menos, pero las condiciones laborales son incómodas o malas. Por ejemplo: en el sector servicios hay muchos empleos como los de hostelería o peluquería y estética, que tienen unas condiciones complicadas. En estos tipos de empleo aparecen una serie de condiciones que nos generan malestar; suelen ser empleos en los que los festivos se tiene que trabajar, que se trabajan muchas horas, los horarios pueden ser de muchas horas seguidas o se termina muy tarde por la noche. Hay muchos tipos de empleo en los que las condiciones laborales son desfavorables (y que no son sólo del tipo que he descrito aquí) pero creo que estos dos ejemplos lo ilustran bastante bien.

Todas estas condiciones surgen en muchos casos de que las empresas saben lo que el mercado laboral nos ofrece y usan a su favor nuestros puntos débiles; si saben que nos cuesta encontrar trabajo tienen bastante seguro que aceptaremos algunas condiciones negativas por poder trabajar, si tenemos un hijo o alguna obligación económica saben que necesitamos ese dinero para poder seguir adelante, etc. Todo eso son situaciones normales que las empresas pueden ver como puntos de referencia para mantenerte en el trabajo.

Y hablando de la empresa, tenemos otro factor que puede influir en nuestro estrés laboral: el ambiente de trabajo. Con ambiente de trabajo me refiero tanto a la relación que tengamos con nuestros compañeros como con los jefes. Si nos llevamos bien con los compañeros, el trabajo y las responsabilidades se reparten de forma equitativa, se trabaja en equipo, el jefe sabe liderar (en vez de dar órdenes), si el jefe es sensible a las necesidades de los trabajadores y acepta sugerencias de mejora, etc. Si estas pequeñas cosas son positivas el trabajo es más agradable, pero si son negativas afectan a cómo nos sentimos con lo que aumentan nuestro malestar y estrés laboral.

Por último, y si ponemos en una balanza estos factores en un lado y el sueldo en el otro, podemos valorar si nos compensa ese sueldo y ese trabajo o no. Por lo que también el sueldo puede ser un factor de estrés laboral si consideramos que nuestra aportación a la empresa por medio de nuestro trabajo vale más de lo que recibimos como sueldo.

En conclusión, haciendo una valoración de todos estos factores, si pesa más lo negativo que lo positivo nos puede estar generando un estrés laboral del que no seamos conscientes. Quizá podamos llegar a darnos cuenta si hay un cambio, generalmente a peor, que sea la "gota que colme el vaso" y en ese momento es cuando podremos ver algunas (o muchas) de estas situaciones que os he explicado. Y como siempre, si quieres puede enviarnos un comentario, consultar dudas o solicitar información sobre nuestros servicios a través del Formulario de contacto de la web o del correo electrónico info@psicologiasmr.es

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El tiempo para nosotros mismos… ¿es importante?

Hoy en día vivimos en una sociedad que está llena de contradicciones, por un lado nos muestra unos estándares de belleza que nos exige para poder sentirnos bien con nosotros mismos y por otro lado nos carga de responsabilidades que no nos dejan dedicarnos tiempo.

Creemos, que es importante que nos dediquemos tiempo a nosotros mismos, cada día, por nuestra propia salud psicológica y física; y también por el bien de nuestras relaciones sociales. El estrés nos hace ser más irritables, y cuando estamos todo el día haciendo cosas sin pararnos a descansar y hacer algo que nos guste y nos relaje acabamos padeciendo estrés.

En la actualidad esto es algo que está a la orden del día ya que tenemos demasiadas cosas que hacer y el día no tiene suficientes horas: trabajo familia, estudios, tareas de casa, actividades extra. Y si os fijáis, el tipo de lugar en el que vives también nos afecta: por ejemplo, en las grandes ciudades las personas siempre van con más prisa que en las ciudades pequeñas.

Por todo esto, os recomendamos que cada día os dediquéis un tiempo para vosotros mismos, quizá penséis que no disponéis de ese tiempo, pero podéis aprovechar el momento de la ducha, vaciando vuestra mente y concentrandoos en sentir la temperatura del agua, la sensación de relajación que ésta os produce, disfrutar del olor de vuestro champú o gel, sentir la suavidad con la que se desliza por vuestra piel y relajaos. Buscad un momento en el que podáis estar tranquilos y dedicadle unos minutos a vuestro libro favorito o a una actividad que os guste, aunque sea poco tiempo si os concentráis en ella y disfrutáis de ese momento, conseguiréis desconectar un poco del estrés del día a día y vuestro cuerpo y vuestra mente os lo agradecerán.

Es importante que aprendamos a relajarnos y a deconectar del estrés diario ya que tanto la ansiedad como el estrés afectan negativamente a nuestra alimentación, sueño e incluso a nuestras relaciones sociales. Así que aunque quizá os parezca que 15 minutos al día no sirven de nada o que es una tontería invertir ese tiempo, si lo hacéis veréis que poco a poco cuando vuestro cuerpo aprenda a relajarse os sentiréis mejor con vosotros mismos y podréis disfrutar más de lo que os rodea.

Sobre el tema de la relajación, la ansiedad y el estrés hemos publicado ya varios post en nuestro blog que quizás os puedan interesar: La ansiedad, un problema creciente, El estrés al final de curso escolar, Hipnosis y Relajación. Y además si os interesa aprender técnicas de relajación os invitamos que participéis en nuestro Taller de relajación.

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Nuevo Taller de Relajación

Con el nuevo curso, muchas personas vuelven a tener problemas de estrés dejando los días relajados de verano en un rincón de la memoria muy oculto. Por eso, desde nuestro centro os queremos ofrecer un taller de relajación en el que podréis aprender diversas técnicas y aplicarlas cuando las necesitéis.

A continuación os dejamos el cartel con los datos del taller, pero si necesitáis más información o queréis inscribiros podéis hacerlo a través de nuestro formulario de contacto, de nuestro email (info@psicologiasmr.es) o de nuestro teléfono 684314753.

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Relajación

En verano con el buen tiempo solemos estar de mejor humor, más dispuestos a realizar actividades de ocio, a hacer alguna escapada y nos preocupan menos nuestros problemas. Esto, por supuesto, no es aplicable a todos ya que hay quienes en verano es cuando más trabajo tienen y mayor nivel de estrés experimentan debido a esa carga de trabajo. Sin embargo, para aquellos que han disfrutado de unos meses más ociosos el fin del verano marca el inicio de un nuevo ciclo en el que aumentan las responsabilidades y con ellas el estrés.

Por ello, hoy quería explicaros una técnica de relajación llamada «respiración profunda». Esta técnica solo es un primer paso para que nuestro cuerpo aprenda a relajarse y poder superar esos momentos de estrés. Es importante tener en cuenta que enseñar a nuestro cuerpo a relajarse lleva tiempo y hay que ser constantes con los ejercicios, aunque son ejercicios sencillos y breves.

Para llevar a cabo la respiración profunda en primer lugar debemos llevar ropa cómoda y encontrar un lugar tranquilo (sin ruidos, sin interrupciones, etc.) y que haya un lugar en el que os podáis tumbar o sentar en una posición relajada. Una vez tengamos ese lugar debemos elegir un momento en que estemos tranquilos. Esto es muy importante porque el cuerpo necesita un tiempo para lograr la relajación y es muy difícil hacerlo si empezamos a practicar cuando estamos tensos. Además, como ya os he dicho lo mejor es hacerlo diariamente hasta que acostumbréis al cuerpo. El ejercicio es el siguiente:

En primer lugar vamos a dirigir la atención a la zona del abdomen, vamos a hacer una respiración poniendo las manos sobre él para percibirlo mejor. Cuando inspiramos se hincha el abdomen, tenemos que llevar el aire a esa zona y cuando espiramos se vacía. Al principio puede resultar un poco difícil porque no estamos acostumbrados a respirar de esta manera. Se hacen 5 respiraciones abdominales.

Ahora vamos a hacer una respiración media poniendo  las manos a la mitad del tórax, en los costados. En este tipo de respiración el tórax se expande, notamos cómo las costillas se abren al inspiran y se contraen al espirar. También haremos 5 respiraciones medias.

Tras esta respiración pasamos a la respiración superior, poniendo las manos sobre las clavículas e intentando coger aire con la parte superior de los pulmones de forma lenta. No hay que coger demasiado aire, pero sí hay que concentrarse para hacerlo de manera adecuada. Igual que antes realizamos 5 respiraciones de esta forma.

Por último, se hace una respiración total, cogiendo el aire desde el abdomen, la parte central y la superior y echándolo lentamente desde la parte superior, media e inferior. Al expulsar el aire nos decimos mentalmente «relax» para que poco a poco esa palabra se condicione y nos ayude. Realizamos 5 respiraciones totales y cuando terminamos volvemos a nuestra respiración normal, vamos moviendo poco a poco los brazos y piernas para desentumecerlos y os incorporáis lentamente.

Este sería el ejercicio, es bastante breve aunque necesita trabajo para poder realizarlo correctamente y hay que ser constantes como ya os he dicho para que nuestro cuerpo aprenda a relajarse adecuadamente. Espero que lo practiquéis y contactéis con nosotros para decirnos cómo os ha ido o si tenéis alguna duda.

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Ansiedad y depresión en niños

Cada día es más común que los adultos padezcan ansiedad y depresión debido a que vivimos en una sociedad que nos exige mucho, tenemos muchas responsabilidades y queremos abarcar más de lo que podemos. Por ello, surgen los problemas de ansiedad y depresión. Sin embargo, no sólo los adultos somos los que padecemos estos dos problemas, también ha ido en aumento el número de niños que los padecen.

Normalmente, los problemas psicológicos que padecemos los adultos tienen una serie de síntomas que son los que hacen visible ese problema, y algunos de estos síntomas en los niños (para el mismo problema) suelen ser diferentes. Hay muchas acciones que nos indican que una persona tiene ansiedad; por ejemplo si se muerde las uñas, se arranca el pelo, etc. En cuanto a la depresión se ve a la persona más apática, menos activa.

Desde nuestro centro creemos que es importante que se aborden estos problemas, especialmente cuando los padecen los niños ya que pueden afectar a su desarrollo tanto social como personal. Por eso, queremos compartir con vosotros este artículo publicado por el COP (Colegio Oficial de Psicólogos).

Infocop Ansiedad y Depresión en niños

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Hipnosis

Hipnosis es un término que todos conocemos ya que lo hemos visto en diversas películas o series, hemos visto anuncios en los que se ofrecen sesiones de hipnosis para dejar de fumar o hemos leído sobre ella en alguna novela. Pero, ¿realmente sabemos qué es y cómo funciona la hipnosis?

En la ficción nos muestran la hipnosis como un estado alterado de conciencia, en el que estamos dormidos, perdemos el control de nuestra voluntad y realizamos aquello que el hipnotizador nos diga sin ningún tipo de oposición. Y después de despertar del trance, no recordamos qué es lo que hemos hecho.

Todo esto es una imagen falsa que se ha creado alrededor de la hipnosis de forma que parece algo casi mágico. Sin embargo, lo primero que hay que saber es que no todas las personas son susceptibles de ser hipnotizadas. Hay un 25% de los adultos que no pueden ser hipnotizados aunque también existe un 10% que tienen una alta susceptibilidad a ser hipnotizados. El grado de dificultad para lograrlo depende de muchas cosas, una de ellas la sugestionabilidad; esto no significa (como mucha gente cree) que estas sean menos fuertes mentalmente sino que centran su atención en las instrucciones que da el hipnotizador de tal forma que se aíslan de lo que les rodea y se introducen de lleno en lo que están oyendo. Esto es muy similar a cuando se está viendo una película que resulta muy interesante, ignoras lo que te rodea de forma que te metes dentro de la historia de la película.

Una vez dicho esto, y a pesar de que una persona sea hipnotizable, no se puede conseguir que haga algo en contra de su voluntad, ya que la hipnosis no es un estado inconsciente en el que pierdes el control del comportamiento sino más bien un estado de relajación profunda. Y por ello, la idea de que bajo hipnosis no se puede mentir es falsa dado que la persona mantiene su voluntad seguirá manteniendo la mentira a menos que realmente quiera contar la verdad. Además, para que la persona pueda ser hipnotizada tiene que querer.

En cuanto a la creencia de que durante la hipnosis se entra en un trance y puedes quedarte enganchado en él, debo decir que no existe tal estado de trance porque la persona hipnotizada es consciente en todo momento y se encuentra en un estado de vigilia (aunque sí que está muy relajada).

Sobre la hipnosis podemos escuchar opiniones muy positivas y también muy negativas, aunque sí que es cierto que se ha comprobado su eficacia como complemento a diferentes terapias; por ejemplo, en el tratamiento de la ansiedad, de las fobias, el dolor o el estrés postraumático. Y también a lo largo de la historia se ha utilizado como alternativa a la anestesia cuando ésta no existía todavía o cuando el paciente era alérgico a ella. En entradas posteriores os contaré más cosas sobre la hipnosis.