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La experiencia nos hace más fuertes

Hoy queremos hablaros de una técnica japonesa para arreglar la cerámica y que queremos trasladar al ámbito de la psicología de la salud mental. Esta técnica que os queremos comentar se llama Kintsugi o Kintsukuroi, y es una técnica japonesa basada en el arte de arreglar las fisuras o fracturas de la cerámica con oro. Lo que se busca con esta técnica no es una restauración perfecta donde parezca que nunca se ha roto sino todo lo contrario; quieren ensalzar la belleza de esas cicatrices.

La historia del kintsugi se remonta a finales del siglo XV cuando el shōgun, Ashikaga Yoshimasa envió a China, para ser reparados, dos de sus tazones de té favoritos. Los tazones volvieron reparados pero con unas feas grapas de metal, que los volvían toscos y desagradables a la vista. El resultado no fue de su agrado, así que buscó artesanos japoneses que hicieran una mejor reparación, dando así con una nueva forma de reparar cerámicas, convertida en arte.

La reparación llevada a cabo con esta técnica supone una modificación física de la pieza de cerámica, ya que las juntas se rellenan en exceso con una pasta de resina y polvo de oro, plata o platino que actúa como sellante de las diferentes secciones. Como ya os hemos adelantado, aunque sea una técnica artística, tiene un trasfondo que va más allá y que responde a una filosofía y a una manera particular de entender el arte y el paso del tiempo en éste. Cada rotura y fisura forma parte de la historia de ese objeto, de la que sentirse orgulloso y de la que no hay que ocultarse; por ello se usan materiales tan apreciados como el oro.

En el mundo occidental, muchas veces algo que se ha roto deja de servir y se desecha; pero esta filosofía nos invita a transformarlo convirtiendo esa fractura en algo bello que mostrar.

Toda esta filosofía la podemos trasladar a nuestra vida, convirtiendo cada cicatriz en algo que nos motiva a seguir adelante y que nos hace más fuertes. por ejemplo, en medicina vemos también que se cumple esta idea; si padecemos una enfermedad y la superamos, nuestro cuerpo desarrolla los anticuerpos que nos ayudan a luchar contra esa enfermedad en caso de que nos volviésemos a contagiar.

En el plano que nos corresponde como psicólogas sabemos que padecer cualquier tipo de trastorno mental o situaciones que afecten a nuestra salud mental no es fácil. Al igual que en esta técnica japonesa trabajar con nuestros problemas psicológicos supone un esfuerzo, lleva su tiempo y además todavía sigue habiendo una tendencia a ocultar este tipo de problemas. Creemos que es importante normalizar este tipo de problemas, ya que no se ocultaría tanto y probablemente se buscarían los medios adecuados con mayor frecuencia y en el momento adecuado.

Desde nuestra experiencia creemos que superar cualquier problema relacionado con la psicología en cualquiera de sus ámbitos concretos (emocional, de relaciones e incluso el trabajo de crecimiento personal), nos ayuda a sentirnos mejor, más seguros y nos proporciona herramientas y recursos para afrontar otras situaciones problemáticas que puedan surgir en el futuro.

Por todo esto os animamos a imitar esta filosofía y a ver vuestras cicatrices (de todo tipo) como algo que forma parte de vuestra historia personal, que os impulsa a seguir adelante, que os hace más fuertes y que simboliza un reto que habéis superado.

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¿Quién es el responsable de lo que nos ocurre?

Cada día vivimos muchas situaciones diferentes y todas ellas tienen un impacto sobre nosotros, ya sea positivo o negativo. A menudo tenemos claro que esas situaciones son el resultado de alguna acción que nosotros mismos hemos realizado. A veces, el resultado es el que esperábamos conseguir, otras veces no.

Esto se debe al locus de control. El locus de control es una variable de personalidad, que es relativamente estable, y refleja la atribución que hacemos sobre el origen causal de las situaciones que ocurren en nuestra vida cotidiana. Es decir, es algo subjetivo que percibimos, no es un hecho objetivo sino que depende de nuestras propias creencias.

El locus de control es un continuo cuyos extremos serían el locus de control interno y el locus de control externo. El locus de control interno (si vamos al extremo) significa que todos los resultados son consecuencia de nuestras acciones (sean estos resultados positivos o negativos). Por otro lado, el locus de control externo (yendo de nuevo al extremo) significa que todos los resultados son consecuencia de un agente externo.

Locus de control interno vs. locus de control externo

Partiendo de aquí, como he dicho podemos planear una acción para conseguir un resultado concreto, y este puede lograrse o no. Según sea nuestro locus de control haremos una atribución diferente.

En el caso del locus de control interno cuando hemos logrado lo que nos proponíamos, nos sentiremos bien con nosotros mismos y orgullosos ya que nuestras acciones han logrado el objetivo. Sin embargo, si no hemos logrado lo que nos proponíamos podemos o bien buscar otro modo de conseguir ese objetivo (cuando pensamos que el resultado depende de nuestras acciones) o si pensamos que el resultado depende de nuestras cualidades personales nos frustrará, nos generará sentimientos de no ser capaces y de impotencia (e incluso puede tener un impacto negativo en nuestra autoestima si el objetivo era importante para nosotros).

Por otro lado, cuando el locus de control es externo y hemos tenido éxito en lograr el objetivo, nos sentiremos felices por haberlo conseguido pero agradeceremos la acción a agentes externos, pensando que es por la acción de otros. En el caso de haber fracasado con este tipo de atribución, pensaremos que nada podemos hacer ya que todo depende de personas o acciones sobre las que no tenemos ningún tipo de control. Este tipo de locus de control, si se repiten consecuencias negativas lleva a la indefensión aprendida sobre la que ya os hablé en otro post. Esto es una falta de reacción ante las situaciones por la creencia de que no somos capaces de hacer nada para mejorar ni para cambiar lo que está ocurriendo. Nos resignamos a que las cosas ocurran, sin tomar partido en ellas, aunque éstas sean negativas o nos hagan daño del algún modo.

¿Qué impacto tiene el locus de control?

En primer lugar, el locus de control influye durante nuestro desarrollo personal e influye directamente sobre la personalidad que vamos desarrollando durante nuestras etapas de aprendizaje. Como ya he dicho, si el locus de control es interno la persona se responsabilizará de sus acciones y se atribuirá tanto el éxito como el fracaso, y generalmente tratará de buscar soluciones alternativas cuando fracase en algo. Si por el contrario la persona tiene un locus de control externo, atribuirá tanto sus éxitos como sus fracasos a agentes externos, por lo que tendrá una percepción de no poder hacer nada para cambiar su vida o las situaciones que le gustaría que fueran distintas.

Esto puede influir en el desarrollo de una buena autoestima, de autoconfianza o de desarrollar una actitud más extrovertida en el caso de tener un locus de control interno; o tener una autoestima baja, sentimiento de impotencia o una actitud inhibida en el caso de tener un locus de control externo. Además, en este segundo caso la persona tiene más probabilidades de sufrir indefensión aprendida (que a largo plazo reforzará su locus de control externo).

Sin embargo, y como os habréis dado cuenta al leer este post, en todo momento he hablado de los extremos. La mayor parte de las personas tenemos un locus de control mixto, hay personas en quienes predomina el locus de control interno y otras en quienes predomina el locus de control externo (hay diferentes grados), pero en general no solemos atribuir todo a nosotros mismos ni todo a agentes externos.

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Autoestima y comunicación asertiva

¿Qué es y cómo se desarrolla la autoestima?

En post anteriores ya hemos hablado sobre la autoestima y su impacto en nuestra vida a todos los niveles. Hoy queremos profundizar un poco más en ello explicando de nuevo qué es y cómo influye en nuestra forma de comunicarnos.

La autoestima es, dicho de forma genérica,  el amor a uno mismo o la valoración que hacemos de nosotros mismos. Nuestra autoestima será más alta o más baja en función de si esta valoración que hacemos es más positiva o más negativa. La autoestima parte del autoconcepto, que está relacionado con los diferentes ámbitos de nuestra vida. Estos ámbitos son nuestro aspecto físico estético y funcional, la forma de relacionarnos con los demás, nuestra personalidad, cómo nos ven los demás (partiendo tanto de lo que nos dicen como de lo que nosotros creemos que piensan), nuestro desempeño en el trabajo o los estudios, nuestro funcionamiento mental (capacidad para resolver los problemas, para aprender, etc.) y nuestra sexualidad.

La autoestima es algo que se va construyendo a lo largo de nuestras vidas, y que comienza en la infancia pero puede modificarse a lo largo de los años. Su construcción depende, en los primeros años principalmente de lo que nos digan y nos demuestren los demás. Por ejemplo, si a un niño se le dice que es muy listo y se le refuerza positivamente cuando realiza actividades de desarrollo intelectual; ese niño se verá válido y se sentirá seguro, por lo que realizará más ese tipo de actividad mejorando sus capacidades y confirmando lo que ya le han dicho. Además, al verse capaz se sentirá bien consigo mismo, con lo que su autoestima se elevará.

A partir del momento en el que empezamos a desarrollar nuestras capacidades de razonamiento y juicio, empezamos a hacer estas valoraciones nosotros mismos. Habitualmente comparamos nuestras habilidades con el grupo de iguales o con los estereotipos que nos ofrece la sociedad, y en función del parecido nos valoramos positiva o negativamente. Si partimos de una autoestima baja en la infancia, será más difícil hacer valoraciones positivas porque hay una tendencia a infravalorar nuestros éxitos y sobrevalorar los de los demás, que es lo que se ha aprendido de niños. Si nuestra autoestima es buena en la infancia, en esta etapa nos valoraremos más positivamente y seguirá aumentando.

Consecuencias de nuestro nivel de autoestima

Ahora bien, todo esto está claro que nos afecta a nosotros mismos y a cómo nos sentimos; pero, ¿qué influencia tiene en nuestra forma de comunicarnos y qué repercusión tiene ésta última? Cuando nuestra autoestima es baja tenemos tendencia a ser más introvertidos y a presentar un comportamiento más inhibido cuando nos relacionamos con otros. Esto tiene varias consecuencias; por un lado, al ser más introvertidos nos relacionaremos menos con los demás e intentaremos pasar desapercibidos, por lo que nuestro grupo de amigos será más reducido y nuestra relación con la mayoría de ellos será más superficial. Por otro lado, nuestro comportamiento inhibido afectará a la forma en la que nos comunicamos con los otros, de forma que mostraremos más fácilmente nuestra inseguridad y cederemos antes a las peticiones que nos hagan otras personas (incluso poniendo estas peticiones por encima de nuestros deseos o necesidades).

Sin embargo, si nuestra autoestima es alta seremos más extrovertidos, tendremos más relaciones sociales, nuestro grupo de amigos será mayor y tendremos tanto relaciones más superficiales como amigos más íntimos. Y en cuanto a nuestra forma de comunicarnos aprenderemos a ser más asertivos. La comunicación asertiva nos permitirá valorar cuándo atender a la petición de alguien y cuando no, hacer peticiones a otras personas de forma correcta (no exigiendo ni realizando acusaciones) y también a aceptar que nos digan que no a una petición que hagamos. Sería una forma de comunicación en la que te respetas a tí mismo y a los demás, sin necesidad de hacer cosas contra tu voluntad y sin faltar al respeto de los otros.

Por último, hay una tercera forma de comunicación, que sería la agresiva. En ésta depende más de los valores y creencias que tengamos que de nuestro nivel de autoestima; ya que en caso de autoestima baja puede ser una forma de defenderse aunque no se le haya atacado, y en el caso de una autoestima alta puede ser un deseo de demostrar que está por encima de los demás. Quien usa este tipo de comunicación no hace peticiones sino que exige que se haga, no acepta que le nieguen algo que ha pedido y suelen anteponer sus deseos a los de los otros y a las necesidades de los demás.

El hecho de que existan estos tres tipos de comunicación no significa que una persona se comunique el 100% de las veces de esa forma, sino que tiene una tendencia comunicarse más de un modo que de otro. Todos podemos tener los 3 tipos de comunicación, en función de la situación concreta, de la persona con la estemos hablando etc. Aunque como podéis observar, lo más correcto sería intentar comunicarnos la mayor parte del tiempo de forma asertiva.

Más adelante, os hablaré un poco más sobre los tipos de comunicación y qué podemos hacer para ir cambiando poco a poco nuestro estilo de comunicación por uno más adecuado. Además, os explicaré cómo nuestro estilo de comunicación nos puede ayudar también a mejorar nuestra autoestima.

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La importancia de la autoestima II

La autoestima es un punto base muy importante tanto para la formación de nuestra personalidad como para alcanzar la felicidad. La autoestima como bien indica su propio nombre es el amor a nosotros mismos, lo que no quiere decir que no queramos a otras personas. En ocasiones esta definición se malinterpreta porque se asume que si te amas a ti mismo no puedes amar a otros y, además, eres egoísta por hacerlo.

Sin embargo, no puede estar más lejos de la realidad. Del nivel de autoestima que tengamos depende en buena parte la calidad de nuestras relaciones sociales. Si nuestra autoestima es alta, nos sentimos seguros y satisfechos con nosotros mismos y por ello nos acercamos a otros para conocerlos y que nos conozcan. Si nuestra autoestima es baja, las inseguridades respecto a nuestras capacidades y habilidades nos hacen retraernos e intentar evitar el contacto con otros.

Hoy en día la autoestima no es algo que tengamos muy en cuenta, ni que consideremos un problema. Tenemos presentes problemas que consideramos «más graves» como depresiones o ansiedad. Sin embargo, no nos paramos a pensar que en muchos de estos problemas también encontramos una baja autoestima. Es importante tanto para nuestra salud como para nuestra felicidad tener una buena autoestima.

Pero, exactamente ¿qué es la autoestima? Como hemos dicho, una definición genérica sería el amor a uno mismo. Es la valoración que hacemos de nosotros mismos, y en función de si ésta es positiva o negativa, nuestra autoestima será alta o baja. La autoestima es el concepto que tenemos sobre nosotros mismos en cada ámbito de nuestra vida. Estos ámbitos serían los siguientes: Nuestro aspecto físico (en donde se debería valorar tanto la parte estética como la funcional), Cómo nos relacionamos con los demás, Nuestra personalidad, Cómo nos ven los demás, Nuestro rendimiento laboral y/o académico, Nuestro funcionamiento mental (capacidad de resolución de problemas, de aprender, cultura general, etc.) y Nuestra sexualidad.

Al analizar cada uno de estos puntos y en función de la importancia que le demos a cada uno de ellos se formará nuestro autoconcepto. En muchas ocasiones, a veces por la idea que nos «ofrece» la sociedad, valoramos mucho nuestro aspecto físico (que no suele coincidir con la imagen que creemos «ideal») y no tenemos en cuenta todo lo positivo que tenemos. Por eso, os aconsejamos que le deis una vuelta al concepto que tenéis de vosotros mismos y reevaluéis lo que es más importante. Una buena autoestima ayuda a tener una buena salud y relaciones satisfactorias con los demás.

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Hombres, mujeres y estereotipos

Hombres y mujeres, dos géneros, dos estereotipos, dos maneras de vivir. La sociedad tiene claro cuál es el futuro de cada persona desde el momento en que nacemos y formamos parte de uno de los dos sexos.

¿Qué es ser una chica o una mujer según la sociedad? Es ser una niña rodeada de juguetes, ropas y accesorios de color rosa, jugar con cocinitas y muñecas. Desde la adolescencia será esclava de su físico ya que se la juzgará por su apariencia y será muy importante que sea guapa, esté siempre bien maquillada y bien vestida. La edad adulta será complicada también porque los altos cargos no son para ella, y tendrá más posibilidades de encontrar trabajos «de mujer» como limpiar o ser enfermera.

Por su parte el chico vestirá el azul o el verde, jugará con coches y armas. Cuando sea adolescente tendrá que demostrar a sus amigos que es un hombre y no podrá llorar ni mostrar sus sentimientos porque «son cosas de mujeres» y si llorase sería «una niña». Tendrá que hacerse fuerte y luchar por un puesto importante ya que es lo que se espera de él.

Esto es lo que nos dice la sociedad que debemos ser; sin embargo, los niños pequeños no tienen esos conceptos establecidos; a un niño puede gustarle vestirse de princesa y jugar con muñecas del mismo modo que a una niña puede gustarle tener un coche teledirigido y jugar con herramientas de bricolaje. Los niños llegan a la conclusión de que uno no puede jugar con algo porque los adultos que le rodean le regalan cosas «propias de su género» y si le ven jugando con el juguete «equivocado» se lo quitan diciéndole «eso es para chicas/chicos».

Todas estas ideas que vamos enseñando a los niños se reflejan posteriormente en discriminación hacia los niños que han sido libres de jugar con lo que han querido y que por tanto son unos «mariquitas» o unas «marimachos». Además de mantener el problema de la violencia contra las mujeres, ya que la sociedad nos enseña que quien debe ostentar el poder en una relación es el hombre, y tiene derecho sobre la mujer. Por lo tanto es aceptable que se ejerza violencia sobre la mujer como forma de defender su posición.

Necesitamos liberarnos (y liberarlos) de los estereotipos que nos obligan a tener un determinado comportamiento y una forma de ser simplemente por el sexo al que pertenezcamos. De esta manera podremos ser iguales como personas ante los ojos de los demás y las etiquetas que nos bloquean y nos hacen sentir mal cuando hacemos algo propio del otro género no significarán nada.

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Dependencia emocional

Siguiendo con el post de la semana pasada, hoy quiero hablaros de la dependencia emocional. La dependencia emocional es un estado psicológico, normalmente lo asociamos a la pareja pero también se da con la familia y los amigos. Las personas que en mayor medida llegan a ser dependientes emocionales son las mujeres debido a la cultura que nos inculca que las mujeres somos capaces de amar incondicionalmente. Además de esto, y dado que también hay hombres que lo son, hay muchos otros factores que nos llevan a depender emocionalmente de otra persona como la dependencia económica, inseguridades personales, etc.

En muchas ocasiones las personas que tienen dependencia emocional también tienen una baja autoestima y miedo a la soledad lo que les lleva a delegar las decisiones de su vida y su propia felicidad en otra persona. Estas personas anteponen la relación de dependencia a cualquier otra cosa (otras relaciones, actividades e incluso a ella misma), la persona dependiente siempre estará por detrás de esa persona. Esto suele deberse a que idealizan a la otra persona y se autoanulan renunciando a sus propios deseos y necesidades, creyendo que la otra persona es más importante, inteligente o con más derecho que ella.

Además, para la persona dependiente es muy difícil romper esta relación. En primer lugar, no son capaces de darse cuenta de que ellos no están tomando sus propias decisiones ya que se encuentran permanentemente en un estado similar al enamoramiento. Por otro lado, y al funcionar como las adicciones, es difícil salir sin ayuda y sin volver a recaer. Y, al igual que en las addiciones, si la relación se rompe por el motivo que sea, se da en la persona dependiente un «síndrome de abstinencia».

Este síndrome suele ser una depresión mayor acompañada de ideas obsesivas sobre la relación que han perdido, y todo lo relacionado con ella (recuerdos, reflexión sobre los errores que han cometido, planes sobre cómo pueden retomar esa relación, etc.). También pueden darse síntomas de ansiedad, molestias físicas y pensamientos sobre el sinsentido de la vida sin esa relación, lo que puede llevar en ocasiones a ideas suicidas (aunque no suele ser lo habitual).

El mayor problema de la dependencia emocional es que las personas dependientes, debido a su forma de ser, siempre buscan un perfil en el otro que les complemente, es decir, que pueda llevar las riendas de la vida de ambos y normalmente que sean dominantes para que puedan someterse a esa persona.

Por todo esto creo que lo mejor es trabajar con nosotros mismos para que encontrarnos en esta situación. Aquí os dejo algunos puntos que debemos trabajar: es importante ser nosotros mismos, construir nuestras relaciones de forma que estén equilibradas, aprender a decir no, ser valientes y romper las relaciones que nos hacen daño, aprender a aceptar las pérdidas, reflexionar sobre el estado de nuestras relaciones y pedir ayuda si vemos que la necesitamos (nuestros amigos, familiares, etc. seguro que están dispuestos a ayudarnos). Sed libres de decidir en vuestras vidas.

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El poder de decidir

Las relaciones sociales tienen una gran importancia en nuestras vidas. El tipo de relación y el grado de intimidad es diferente con unas personas que con otras, sin embargo, cada interacción con cada una de ellas tiene implicaciones en nosotros. Además, como ya he dicho en otras ocasiones, a lo largo de la vida la importancia de cada tipo de relación va variando.

Cuando somos pequeños y convivimos con nuestra familia de origen: padres, hermanos y hermanas, incluso en ocasiones abuelos o abuelas; son la relación más importante que tenemos ya que nuestros padres toman las decisiones por nosotros y tenemos que seguir sus normas. Poco a poco los amigos van cobrando importancia, y también la pareja. Hay personas, que, debido a diferentes razones, cuando va aumentando la importancia de las relaciones de amistad y de pareja, transfieren también a estas personas el poder de tomar decisiones por ellas. De este modo, quedan a expensas de lo que esa persona o personas les indiquen.

Muchas veces es difícil darse cuenta uno mismo de que esto está pasando, ya que es un proceso gradual y que se hace de una forma «natural», en el sentido de que la persona no decide a quién transfiere el poder de decidir por ella de forma consciente. Normalmente la persona se da cuenta de esto cuando rompe la relación con la persona que tiene el poder (que en muchas ocasiones es la pareja, por ser una relación con un grado de intimidad muy alto).

Este proceso en que la persona cede el poder de decidir para dárselo a otro puede tener como origen una inseguridad en la persona, baja autoestima, etc. Por eso creo que es importante que valoremos nuestra situación, ya que estas tendencias a largo plazo pueden hacernos mucho daño. Este tipo de relaciones puede llevarnos a una dependencia emocional, tema que trataré en la próxima entrada, a mantener una relación en la que no estamos bien y en miedo a dejar a esa persona que tiene el poder de decidir por nosotros.

Espero que esta entrada os sirva para reflexionar un poco y evaluar vuestra situación, ya que si llegáis a una relación en la que hay dependencia emocional, es muy difícil de salir, e incluso cuando se sale es difícil de superar. Tomad las riendas de vuestras vidas y sed felices.

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La risa mejora nuestra salud

Todos hemos oído que la risa es beneficiosa para nuestra salud y, de hecho, existe un tipo de terapia que la utiliza como técnica: la risoterapia.

Cuando nos reímos en nuestro cerebro se liberan endorfinas y dopamina. Las endorfinas nos generan una sensación de relajación y son analgésicas, mientras que la dopamina mejora nuestra sensación de bienestar psicológico. Además, la risa también reduce la producción de cortisol (la hormona del estrés). Esto genera múltiples beneficios, tanto psicológicos como físicos.

Con respecto a los beneficios físicos, la risa hace que nuestros pulmones se limpien y mejore la oxigenación de nuestro cerebro, también relaja nuestros músculos y disminuye nuestra presión arterial. También previene los infartos ya que nuestro corazón se fortalece, rejuvenece la piel, refuerza el sistema inmunológico, facilita la digestión y, por si fuera poco quema calorías, ya que se utilizan unos 400 músculos al reír.

En cuanto a los beneficios psicológicos, reírnos nos hace sentir mejor, nos sirve para descargar tensiones, potencia la creatividad y la imaginación, ayuda a eliminar los pensamientos negativos, y mejora el sueño y el autoestima. Y debido a todo esto es una buena ayuda para combatir la depresión (siempre acompañada de otras técnicas).

Por todo esto, creo que es importante tener un buen sentido del humor. Sobre todo cuando somos adultos, ya que los niños ríen con mucha más frecuencia que los adultos. Los adultos debido a todas las responsabilidades y tareas que tenemos a lo largo del día nos olvidamos de reír y de los beneficios que ésto nos aportaría si lo hiciéramos. Dejemos un poco el estrés a un lado y recuperemos esos momentos divertidos con amigos, familiares, compañeros de clase o de trabajo en los que tanto disfrutamos y nos reímos.

Buscad vuestros momentos para relajaros y compartir buenos momentos con vuestros seres queridos, ya que además del beneficio inmediato de sentirnos acompañados y a gusto con estas personas, la risa aportará un gran número de beneficios adicionales.

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La importancia de la autoestima I

Como ya dije en una entrada anterior la autoestima es la imagen que tenemos sobre nosotros mismos, el valor que nos damos a nosotros mismos en base a diferentes aspectos. También vimos que la autoestima se va formando a lo largo de la vida en base a lo que recibimos de los demás. Principalmente en la infancia y más aún en la adolescencia la imagen que creamos de nosotros mismos refleja lo que opinan los demás sobre nosotros.

Sin embargo, y a pesar de que las opiniones que recibamos no sean positivas podemos mejorar nuestra autoestima por nosotros mismos. La mayoría de nosotros damos una importancia demasiado elevada al aspecto físico porque eso nos ha inculcado la sociedad, pero no valoramos el aspecto funcional.

Para poder mejorar nuestra autoestima es importante que valoremos todo lo bueno que tenemos y a todos los niveles, quizás poseemos cualidades que las personas de nuestro alrededor no valoran pero que realmente tienen un valor, o quizás alguna parte de nuestro cuerpo nos parece poco atractiva pero realiza su función adecuadamente.

Hace tiempo estuve trabajando con mujeres que padecían fibromialgia y aprendí de ellas que es importante valorar cada pequeña cosa que eres capaz de hacer. En el caso de las personas con esta enfermedad suelen tener muchos problemas de movilidad debido a los dolores que padecen, por ello es importante que, en su caso, valoren cada pequeña actividad que pueden realizar como ser capaces de dar un breve paseo. Esto mismo se puede aplicar a todas las personas, padezcan o no alguna enfermedad.

Además, nuestra autoestima es muy importante para nuestras relaciones sociales ya que la imagen que proyectamos a los demás depende mucho de la propia opinión sobre nosotros mismos. Por eso, os animo a que cojáis una hoja y escribáis todos los aspectos positivos que poseéis, conservadla y releedla de vez en cuando para recordaros a vosotros mismos cuántas cosas positivas tenéis. En otro post que haré más adelante os dejaré una pequeña guía de qué aspectos podéis valorar, por si os habéis dejado alguno.

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La violencia en la sociedad

Hoy quiero hablaros de un tema que creo que es muy importante: la violencia. El significado de esta palabra es básicamente el mismo en todas las culturas, ahora bien, cada cultura incluye dentro de éste término unos actos determinados. Además, éstos actos pueden variar a lo largo del tiempo dentro de una misma cultura.

Normalmente parte de los actos violentos quedan reflejados en castigos por parte de la legislación del país. De este modo, los más graves quedan claros para toda la sociedad. Sin embargo, y a pesar de que cada vez somos más conscientes de qué es violencia y qué no, hay muchos actos que pasan desapercibidos y que se interpretan como normales cuando en realidad se está usando la violencia en ellos.

Dentro de estos actos podemos encontrar los primeros «problemas» en una relación en la que se da violencia de género, y que no por ser más sutiles son menos dañinos, también situaciones que podemos ver en el acoso escolar o laboral como el menosprecio del trabajo de uno o el ignorar a la persona; incluso en las relaciones normales entre familiares, amigos y pareja podemos encontrar momentos de violencia cuando estamos enfadados y nos enfrentamos verbalmente al otro.

Todo esto son actos violentos pero no a todos les damos la misma importancia, y creo que es importante que nos paremos a reflexionar si la forma en la que nos dirigimos a los demás es la más adecuada. Pienso, y por lo que he visto hasta ahora creo que así es, que un acto violento en un momento puntual puede servirnos para lograr lo que queremos, pero a largo plazo o bien las personas se alejarán de nosotros por ser violentos o bien acabaremos por no conseguir nada a través de ella. Por todo esto, creo que deberíamos re-educarnos y aprender a dirigirnos a los demás de una forma más adecuada, más asertiva.

Si os interesa leer sobre este tema y los estilos de comunicación creo que os podría resultar muy interesante el libro «Ratones, dragones y seres humanos auténticos», en el que se aclara mucho la forma adecuada de comunicarnos con los demás.