
El otro día leí en la revista Mente y cerebro un artículo muy interesante sobre la felicidad. Este artículo decía que para ser felices lo más importante son las experiencias que vivimos (más que los objetos materiales), tanto aquellas ocasiones especiales en que celebramos algo o simplemente las que compartimos en nuestro día a día con personas queridas para nosotros.
Los objetos materiales nos proporcionan felicidad durante un breve periodo de tiempo; desde el momento en que los compramos hasta que nos acostumbramos a ellos. Las experiencias que vivimos siguen haciéndonos felices tiempo después de haberlas vivido porque las reinterpretamos olvidando pequeños malos momentos y las mejoramos en nuestra mente. Además, forman nuestra identidad ya que para nosotros, reflejan las características de nuestra personalidad. Esto es algo que no pasa con los objetos materiales porque se mantienen tal como eran al comprarlos, y por esto nos acostumbramos a ellos (y dejan de producirnos esa felicidad que nos daban al principio).
Debido a esta felicidad a largo plazo que nos producen las experiencias hay personas que, al igual que aquellos que coleccionan objetos, coleccionan experiencias como visitar una lista de lugares, alojarse lugares exóticos o probar comidas poco comunes. De esta manera crean un «historial» que les hace felices durante mucho tiempo después de cada experiencia y lo reviven cada vez que la comparten con amigo y familiares.
Por todo esto, creo que es importante que atesoremos en nuestra mente todos aquellos pequeños momentos de felicidad que vivimos en nuestro día a día y que disfrutemos del momento. Necesitamos vivir experiencias que sean interesantes e importantes para nosotros. Y, siguiendo con lo que os dije en la entrada anterior, os dediqueis algo de tiempo a desconectar, a compartir con los demás, a tener vuestros pequeños momentos y a guardar en vuestros recuerdos un poco de felicidad cada día.