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TDAH… más que un trastorno de la infancia

En las enfermedades psicológicas se suelen dar diferencias si quien la padece es un niño o un adulto. Hay síntomas que se dan de igual manera en ambos pero hay otros que tienen una expresión distinta. Por eso, hoy quiero retomar el tema del Déficit de Atención e Hiperactividad para daros una visión un poco más general de la enfermedad.

En post anterior que publiqué sobre el TDAH me centré en los síntomas que presentan los niños y en unas sugerencias para quienes tratan con niños que padecen esta enfermedad. Aunque en la vida adulta muchas personas que de niños presentaban esta enfermedad ya no tienen síntomas, sigue habiendo un pequeño porcentaje que no la termina de superar.

Esta enfermedad, a nivel general, tiene tres grandes características a nivel de síntomas:

  • Déficit de atención que se refleja en no prestar la suficiente atención a los detalles, cometer errores por descuido, realizar un trabajo más sucio y descuidado y por tener dificultades para finalizar las tareas (ya que pasan de una a otra sin acabar ninguna de ellas). También tienen dificultades para seguir órdenes y organizar tareas.
  • Hiperactividad que como dije, en niños podemos ver que no para de moverse o corretear y en adultos aunque eso se controla más sí que presentan síntomas de inquietud y dificultades para realizar actividades sedentarias.
  • Impulsividad que provoca realizar comentarios fuera de lugar, interrumpir a menudo a los demás cuando están hablando o inmiscuirse en los asuntos de otros.

Las personas con este trastorno suelen evitar las tareas que exigan dedicación personal y esfuerzo mental sostenido, además de que suelen ser olvidadizos, no escuchan a los demás (por la falta de atención) y les cuesta atender a las conversaciones.

Finalmente, y como he dicho antes, hay un porcentaje moderado de personas que pueden eliminar sus síntomas al llegar a la edad adulta, otros mantienen solo algunos de sus síntomas y un porcentaje pequeño pueden mantener el cuadro completo que presentan los niños.

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Niños hiperactivos

Respondiendo a una petición hoy quiero hablaros del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Hoy en día se oye mucho hablar sobre el y creo que en primer lugar hay que saber que los síntomas de este trastorno son la inatención, la hiperactividad y la impulsividad. Estos síntomas son visibles tanto en las aulas como en casa. El niño con este trastorno mantiene durante poco tiempo la atención sobre una misma tarea, tiende a interrumpir en clase, suele estar más activo físicamente y no es capaz de controlar sus impulsos.

Es un trastorno que se manifiesta normalmente en la infancia y que afecta a un porcentaje de entre el 1 y el 7%, siendo 10 veces más probable su diagnóstico en niños que en niñas (aunque en adultos la diferencia es de 2 a 1). El 60% de los niños que lo padecen siguen mostrándolo en su vida adulta, y en este periodo puede llevar a un trastorno antisocial, al abuso de sustancias y a conseguir menos logros en el ámbito profesional.

El tratamiento más habitual de este trastorno en un primer momento es la medicación, ya que normalmente cuando se acude a consulta los niños se encuentran en un estado en el que es muy difícil llevar a cabo una terapia. Y, una vez estabilizados, se comienza con una terapia psicológica. El medicamento usado para su tratamiento es el metilfenidato (cuyos nombres comerciales son Rubifén, Ritalin, Concerta y Medikinet). Este fármaco aumenta la vigilia, inhibe el dolor y el agotamiento, y disminuye la sensación de cansancio y hambre. Su efectividad se da en 2 de cada 3 niños y combinando el tratamiento farmacológico con la terapia psicológica se puede mejorar mucho el estado del niño.

Sin embargo, es un problema que por el momento no dispone de un tratamiento que elimine totalmente los síntomas y por ello es importante educar al entorno del niño, además de al propio niño. Os dejo unos pequeños consejos para orientar a las personas cercanas a niños con este trastorno:

  • Los padres del niño deben mostrarse tolerantes pero sin permitir que el niño se vuelva caprichoso ya que sólo empeorará el problema.
  • Es muy útil fomentar la actividad física en el niño porque esto ayuda a encauzar parte de su energía en algo concreto lo que a su vez puede ayudar a mejorar su atención.
  • Se deben anticipar las reglas, es importante que el niño tenga claras las reglas del colegio y de su casa. Además, la rutina también ayuda al niño al establecerse una serie consecutiva de situaciones que ocurren diariamente.
  • Las críticas hacia los comportamientos del niño agudizan el problema por lo que es mejor elogiar y reconocer los comportamientos adecuados que realice.
  • Por último, es importante conceder pausas, que el niño tenga sus momentos para él.

Espero que esta información os sirva para conocer un poco más sobre este trastorno y para comprender que es importante un trabajo conjunto entre terapeuta, médico, familia y colegio para conseguir una buena respuesta por parte de los niños que lo padecen.